La pandemia ha traído un montón de daños colaterales, además de la misma enfermedad. El confinamiento, la incertidumbre, el sufrimiento por las muertes, la desigualdad y el estrés, son algunas de las muchas circunstancias actuales que tienen repercusiones negativas sobre la salud mental y física de cualquier individuo. 

Actualmente, luego de más de un año de esta nueva realidad, ya existen estudios y estadísticas de cómo la pandemia ha hecho crecer considerablemente los problemas psiquiátricos en niños, niñas y adolescentes. Y si no hacemos algo al respecto, esto solo puede empeorar. 

El cierre de los colegios, el confinamiento domiciliario prolongado, la limitación de las relaciones con pares, la imposibilidad de realizar actividad física en el exterior, la pérdida de hábitos saludables, la separación de los/as niños/as de sus figuras de apego habituales, los constantes cambios, sumado a los factores estresantes intrínsecos a la vivencia de una emergencia sanitaria de tal calibre (miedo al contagio, pérdidas de seres queridos, etc.), se asocian a un aumento de la sintomatología ansiosa, depresiva, postraumática, y a un incremento de factores de riesgo psicosociales, como son el aislamiento, la violencia intrafamiliar, la pobreza y desigualdad, el hacinamiento, el abuso de tecnologías, etc., que, a su vez, repercuten en más consecuencias desfavorables en relación a la salud física y mental de los niños/as y adolescentes. 

 

Señales de que tu hijo o hija pudiese necesitar ayuda

Lo que hay que reconocer es cómo están nuestros niños/as enfrentando el estrés durante esta pandemia. La mejor manera es preguntar directamente, pedirles que hablen sobre cómo se sienten, si bien sentirse triste, desesperanzado, ansioso o enojado puede ser normal dadas las circunstancias, es crucial reconocer la intensidad de estos sentimientos ya que pueden ser señales de necesitar un apoyo adicional durante estos tiempos difíciles.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que entablar una conversación así puede no ser sencillo, o puede ser que los jóvenes intenten esconder sus problemas por miedo, vergüenza o por no querer ser una carga para otros. También puede ser que no sepan cómo hablar de sus sentimientos, o no cuenten con herramientas para reconocer lo que les pasa, como suele suceder con los niños más pequeños. En estos casos es probable que el estrés se manifieste como cambios/alteraciones en su comportamiento o desarrollo.

Las señales de estrés y dificultades en salud mental pueden no ser las mismas para todos los niños, niñas y adolescentes, pero tienen algunos síntomas comunes. 

Señales en menores de 3 años

En los bebés o niños más pequeños (1-3 años), si bien es probable que no comprendan lo que está sucediendo, sí perciben el estrés de los padres y del ambiente, lo que tiene un fuerte impacto en ellos y pueden mostrar retrocesos en los progresos o logros del desarrollo, así como también presentar:

  • Irritabilidad, llantos más frecuentes y con mayor dificultad para calmarlo.
  • Dificultad para conciliar el sueño y despertarse más durante la noche.
  • Problemas de alimentación; más reflujo, estreñimiento, diarrea, quejas de dolor de estómago.
  • Ansiedad de separación; se le ve más apegado, retraído, temeroso de explorar.
  • Que se frustre más fácilmente, que golpee, muerda o tenga pataletas con mayor frecuencia o intensidad. 
  • Mojar la cama después de haber aprendido a ir al baño.
  • Que expresen necesidades o demandas urgentes, pero que no logran ser satisfechas adecuadamente, como si nada sirviera. 
  • Incluir en sus juegos conflictos y agresividad o temáticas de enfermedad o muerte.

 

Señales en niños mayores de 3 años y en adolescentes

En niños mayores y adolescentes, los síntomas que podrían dar cuenta de angustia, estrés o depresión son:

  • Cambios en el estado de ánimo que no son comunes en el niño/a, que fluctúan o se dan con mayor intensidad. Presencia de continua irritabilidad, sentimientos de desesperanza o ira, tendencia a pelear o entrar en conflicto con pares y/o familia.
  • Cambios en el comportamiento o personalidad que llaman la atención (por ejemplo, ponerse más contestador o volverse más introvertido, cuando antes no era así), alejarse de relaciones personales, evitar los momentos de socialización (aunque sean virtuales), etc.
  • Una pérdida de interés en actividades de la vida diaria, especialmente en aquellas que más disfrutaba hacer (tocar algún instrumento, leer, cocinar, etc.)
  • Dificultad para conciliar el sueño o permanecer dormido, o necesidad de dormir todo el día. Cansancio o agotamiento constante. 
  • Cambios drásticos de peso o de apetito (aumento o disminución).
  • Problemas de memoria, de razonamiento o de concentración. 
  • Menos interés en tareas o actividades escolares y una decaída en esfuerzo y rendimiento académico. 
  • Cambios muy notorios en la apariencia, provocados por falta de higiene básica, descuidos en presentación personal, que pueden provocar consecuencias en su salud (no lavarse los dientes, no asearse, no desinfectar alguna herida, etc.)
  • Presencia o aumento de comportamientos riesgosos, tales como consumo de alcohol y drogas, exposición a situaciones o contextos peligrosos, etc.
  • Pensamientos, actitudes o comentarios relacionados con la muerte o el suicidio. 
pandemia y salud mental en niños

Entonces ¿qué podemos hacer?

En caso de no saber, es importante consultar; buscar asesoría externa con algún profesional que pueda guiar sobre las mejores formas para ayudar a nuestros hijos/as. Puede ser que lo que necesiten sea tiempo y un espacio óptimo para expresar sus sentimientos o la presencia de algún adulto de confianza con quien conversar, o quizás aprender técnicas de manejo de estrés, etc. 

Otro aspecto clave es tratar de establecer y conservar un clima favorable en el hogar; puede ser difícil mantenerse positivo en tiempos como éstos, por esta razón, es importante que los padres también se preocupen y hagan cargo de su propia salud mental. Esto no significa mentir ni aparentar que las cosas están bien cuando realmente no lo están, sino, intentar propiciar un espacio lo más libre de estrés posible, de confianza y estabilidad, que sea beneficioso para todos los integrantes.   

Recomendaciones

Algunas recomendaciones para mejorar el afrontamiento de la pandemia con nuestros hijos/as, para prevenir y manejar el malestar emocional y los efectos negativos en su salud mental:

Comunicación: que los padres o adultos significativos establezcan espacios de diálogo que permita a los/as niños/as expresar sus sentimientos (ya sean estos de miedo, incertidumbre e incluso aburrimiento) que puedan conversar lo que han visto o escuchado, sus aprensiones, que planteen sus dudas e inquietudes, con el fin de minimizar la sensación de incertidumbre y amenaza ante lo incierto. Se recomienda que los adultos den el ejemplo expresando sus propias emociones, y también que la información que se ofrezca a los menores sea clara, concisa y adaptada a su edad.

Hábitos saludables: mantener horarios de comida y sueño estructurados, separar espacios de aprendizaje y escolarización online de otros de ocio, mantener una dieta equilibrada y, en la medida de lo posible, potenciar la práctica de actividad física. La estructura permite disminuir la incertidumbre y el aburrimiento, además de entregar estabilidad. Una buena alimentación, el ejercicio físico y un adecuado descanso nocturno, son fundamentales para mantener un buen estado anímico. Las pantallas y tecnologías en general pueden ser un buen aliado, siempre y cuando se use de manera responsable, limitada y controlada. Es importante también instruir a los niños en los hábitos de higiene para disminuir la propagación del virus: lavado frecuente de manos, uso de alcohol gel, evitar tocarse la cara, uso de mascarilla en espacios públicos o sociales, cubrirse la boca con el antebrazo al toser o estornudar, etc. OJO: dado que los niños/as aprenden mejor por imitación, la mejor instrucción es ver a sus padres cumplir con todo esto!

Buscar ayuda: muchos padres y madres están viviendo situaciones estresantes derivadas de toda la contingencia, lo que puede ocasionarles ansiedad y dificultar el manejo emocional de sus hijos. Por esto, es prioritario que ellos también cuenten con recursos para lidiar su propio estrés y buscar ayuda profesional en caso de necesitarla. 

Buscar y/o mantener apoyos: En caso de que comiencen a presentar signos de alarma (como los descritos), se recomienda consultar con algún profesional de la salud mental, para favorecer la intervención precoz. En el caso de los niños, niñas y adolescentes que tengan un diagnóstico previo, es necesario continuar con los acompañamientos (ya sea presencial u online), aun cuando los síntomas no se intensifiquen y con mayor razón si lo hacen. 

Aprovechar la oportunidad: el confinamiento, apartando la connotación negativa del encierro mismo y de todo lo que conlleva, supone una oportunidad para estrechar la convivencia con los hijos y construir relaciones saludables con ellos. Realizar actividades domésticas y lúdicas en conjunto; innovar dentro de las rutinas estructuradas, etc., puede fortalecer los vínculos familiares y facilitar el disfrute del tiempo compartido. 

 

 

Fuentes:

  1. https://www.healthychildren.org/Spanish/health-issues/conditions/COVID-19/Paginas/Signs-your-Teen-May-Need-More-Support.aspx
  2. https://www.aepnya.eu/index.php/revistaaepnya/article/view/355/293
Ps. Francisca Fernández

Ps. Francisca Fernández

Psicóloga

Estudié psicología en la Universidad Diego Portales, realicé un diplomado en Neuropsicología Infantil de la Universidad Católica y un magíster en Neuropsicología Clínica en la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla. Tengo experiencia en el área educacional y en sicología infantil.

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